Cinco. Cinco enormes echándote en falta. Parecía que este día no iba a llegar nunca, y al final ha llegado. Cinco teniendo que lamentar cada día cosas que nunca hice. Cosas que no te dije. Por pudor, a lo mejor. Por timidez. Pienso, y no sé si salió alguna vez de mi boca un "te quiero" antes de que te marchases. Las cosas que te tenía que decir se las he dicho al hueco de tu ausencia, demasiado tarde, pero al menos espero que en algún sitio las estés sintiendo. Esta tarde noté muy nerviosa a mamá, sin motivo, y cuando he visto el día que es en el despertador lo he entendido todo. Porque sé que ella cuenta los días igual que yo, y todos los días cuando se levanta y cuando se acuesta piensa en esos dos días de octubre y diciembre. Vaya... ojalá pudiese tener algo que borrase esas cosas de su cabeza. Porque a mi no me importa pensarlo y pasarlo mal, pero sí que me hace sentir impotente saber que ella se acuerda y que en lo profundo tiene unas ganas inmensas de llorar. Probablemente llevará así toda la semana y en algún momento terminará llorando. Es normal, te echamos de menos. Hará unos dos días... estuve recordando la tarde en que te fuiste. Tenía 14 años y había estado toda la tarde fuera con mis amigas porque nos habían dado las vacaciones de navidad. Y cuando llegué a casa y me estaba poniendo el pijama, escuché cómo se le caía a mamá el teléfono en la cocina. Y salí a preguntar qué pasaba, y cuando me lo dijo mi padre, solo pude decir "Vaya...¿por qué no me lo habeis dicho antes?" porque en ese momento no fui consciente de lo que en realidad estaba pasando, y nisiquiera fui a recoger ese puto teléfono y a darle un abrazo para intentar que dejase de llorar, porque todo parecía un mal sueño. Me metí en mi habitación, encendí la tele y me fui a la cama como si fuese un día normal, y cuando el día 22 vi como echaban tierra a la caja, fue cuando empecé a llorar porque me dí cuenta de que no ibas a volver. Me di cuenta de que no había marcha atrás. Y aunque haya pasado ya tanto tiempo, lo recuerdo con total vividez. Incluso me acuerdo de la ropa que me puse y de la música que fui escuchando en el camino. Y me acuerdo de las palabras de consuelo de gente que probablemente no habías visto en tu vida. Hay que ver lo hipócrita que se vuelve un pueblo cuando hay entierro. Y desde aquel año, la navidad es una fecha que procuro retrasar al máximo, porque comprendo la tristeza por la ausencia que sienten muchas personas.
Es increíble como puedo recordar tu voz y lo tremendamente difícil que se me hace ver tu cara. Mañana saldré a comprar un marco bonito donde poner una foto de las dos juntas, para que nunca se me olvide lo mucho que me querías. Recuerdo muchas cosas que quizá para los demás no tengan importancia... tus supersticiones, los regalos que nos hacíamos en secreto, tus sonrisas cómplices, las trenzas que me hacías cuando estabas aburrida, cómo te temblaba el pañuelo en la mano. Y a lo mejor no recuerdo cuántos años tenías cuando te fuiste, ni cuántas veces estuviste en el hospital ni cuánto dinero me dabas de paga, pero lo que sí que recuerdo eran las pequeñas cosas que te hacían tan especial. Me acuerdo de la manera en que me fijaba en las arrugas que surcaban tus sienes y en las veces que tú me preguntabas por mi hermano sabiendo que siempre yo te contestaba lo mismo. Recuerdo lo que me gritabas cuando hacía algo que no debía por miedo a que me lastimase. Ojalá siguieses estando aquí para gritarme cuando me equivoco, pero no.
Lo que más me ha dolido de los problemas familiares, más que lo que me han hecho a mi ha sido que siempre tú estuvieses en medio sufriendo por todos. Intentando imponer paz donde solo había sitio para los reproches. Y te fuiste sin ver cómo algunas cosas se arreglaban.
Han pasado cinco años y lo que más miedo me da es olvidarme de ti cuando vaya pasando el tiempo.
Pero creo que la huella que dejaste en nosotros, es tan honda, que nunca se podrá borrar.
Te quiero.
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
(Jorge Manrique; Coplas a la muerte de su padre)
1 comentarios:
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir.
Es uno de mis poemas favoritos.
La navidad es tan triste... afortunadamente sólo quedan 10 días para una nueva oportunidad. Mientras tanto intentaré sacarte una sonrisa de vez en cuando para que por instantes te olvides de las cosas que te afligen.
Un abrazo enorme.