Desde hace años, desde que descubrí que los Reyes Magos son un invento y que las cosas no son tan felices como nos las pintan en la infancia, la Navidad y yo tenemos un sentimiento mutuo de amor-odio. No es cierto eso de que quienes se portan bien obtienen recompensas. Me gusta la Navidad, pero a la vez me cabrea y me pone infinitamente triste. Odio encender la tele y no dejar de ver anuncios de colonias y de juguetes, que además, todos los años, son los mismos. Odio que Freixenet me felicite la Navidad. Odio poner las noticias y ver a toda esa gente feliz descorchar las botellas de cava mientras sujetan el número premiado entre las manos, mientras otros se mueren de hambre y no pueden dormir pensando que no van a llegar a fín de mes. Odio entrar en las tiendas y escuchar el run-rún interminable de los coros de niños cantando villancicos en la radio. Odio pensar que los ayuntamientos se gastan dinero que no tienen en poner luces, belenes, y demás adornos mientras yo sigo yendo al supermercado y me encuentro personas pidiendo en la puerta, con esa mirada que me rompe la cabeza y me hace odiarme por sucumbir yo también a tanta tontería. Odio las postales navideñas de la Casa Real y odio que en Nochebuena salga el soplapollas del Rey a decirnos que "le llena de orgullo y satisfacción..." mientras se está llevando nuestro dinero a cambio de no hacer nada. Por eso ahora pongo la ETB, que por lo menos el Lehendakari no me da tanta rabia porque se merece más sus ingresos y, a veces, ponen sketches de Mr. Bean. Me duele pensar en todos esos gastos innecesarios en fastuosas carrozas el día de reyes cuando hay padres que nisiquiera tienen para comprarles regalos a sus hijos. No entiendo esa manía de hacer regalos caros en Navidad para demostrar lo mucho que quieres a los que te rodean... como diría Laura, es increíble pensar cómo se recuerdan los pequeños detalles y cómo se olvida una colonia cara. Para hacer sentir especial a una persona, no hace falta que llegue la Navidad, cualquier día es idóneo. Y odio la hipocresía de las familias que no se soportan pero se juntan para comer en Navidad y fingen felicidad. Y se regalan tonterías que acabaran metidas en el armario. Y odio la programación de la tele, llena de viejas glorias y fracasados musicales que nos prometen pasar una noche "maravillosa". Y odio ser tan vulnerable a las ausencias, no poder dejar de pensar en los que se quedaron atrás. La melancolía y que la gente que esté nunca sea suficiente para sentir felicidad, echar de menos, siempre.
Y odio la felicidad artificial de los países de Occidente, mientras en el mundo hay hambre, guerras, dictaduras, asesinatos, injusticias, explotación. Y otros se mueren de lo que nosotros ni padecemos. Pensar que mientras me estoy comiendo el cordero, tantos y tantos niños no tendrán qué llevarse a la boca, o estarán pisando una mina, o habrán perdido a sus padres.
Pero, ¿para qué negarlo? Todo esto tiene su parte de encanto y a todos nos gusta la Navidad y terminamos sacando el árbol del trastero. Y sí, también acabaré comprándome ropa interior roja y empezando el año con un paso con el pie derecho. Al menos este año, tengo que cumplir una promesa. Y eso me hace sentir menos mal.
Ahora que el año se acaba
Y otro poco de nosotros
Se nos escapa
Es momento de renovar
Las promesas no cumplidas.
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2 comentarios:
aii tontita.. ¡Felíz Navidad! muaa ;)
te iba a decir k te compraba un papa noel para la ventana en los chinos... xo como k no, jajajajajajaja
republicana loca xd
mañana vakaciones!!! vamos k nos vamooos!