Una vez me contaron una antigua leyenda sufí que aseguraba que, cuando el ser humano nace, el Espíritu del Mundo le concede un número determinado de respiraciones. Dos mil, tres mil quinientas, cinco millones... el número dependía de la benevolencia que aquel día tuviese el espíritu en cuestión. Cuando estas respiraciones se acaban, el ser humano muere. Por tanto, de nosotros depende nuestro tiempo de vida. Si las respiraciones son profundas y tranquilas, naturalmente el tiempo de vida se prolonga. Por tanto, deberíamos ser capaces de encontrar un equilibrio en el que llevásemos nuestra vida de un modo tranquilo y relajado que permitiese a nuestros pulmones aprovechar al máximo las respiraciones concedidas.
¡Vaya tontería...! el amor, la pasión, el nerviosismo de estar al lado de la persona que quieres, la descarga de adrenalina, nadar en el mar, cantar, saltar, el ejercicio, la risa, el sexo,... en definitiva, las mejores cosas de la vida, obligan a realizar respiraciones cortas y repetidas... e impiden que podamos respirar lenta y profundamente.
Entonces, si la leyenda es cierta, creo que prefiero morir joven, pero, al menos, haber disfrutado por completo y al máximo de todas mis respiraciones.
¿De qué sirve vivir más si no sabes aprovecharlo?
3 comentarios:
impresionanteee,molaaa muchooo!!
Vive el dia a dia, mua!
Muy bonito. Álex, si quieres contarme cualquier cosa yo te voy a escuchar, pero no me cuentes lo que no quieras contarme. Un abrazo.