La mayoría de los que me conocen dicen que soy demasiado sumisa y tengo que aprender a levantar la voz, tengo que empezar a cambiar. Qué tontería. La gente no cambia. Nunca. Puede que seas alcohólico y hayas decidido rehabilitarte, pero cada vez que veas una copa algo se te revolverá por dentro. El trabajo que he tenido me ha dado la oportunidad de conocer a drogadictos a los que, una vez que estaban desenganchados, les han ofrecido un tiro y se les han caído todos los esquemas y se han olvidado de todas las promesas. Igual que una persona mentalmente cerrada no puede aceptar cosas que antes no veía bien de la noche a la mañana. Somos de una manera. Los genes tienen la culpa, la educación, lo que hemos vivido. Y la forma de ser es muy difícil, por no decir imposible, de cambiar. Se encaja en la cabeza. Puedes tolerar cierto cambio en tu forma de actuar... pero un giro de 180º es imposible de conseguir. Lograr reformar tu manera de ser requiere una voluntad de hierro que muy pocas personas poseen. Por eso, no confío en que un día me pueda volver la mujer valiente y luchadora a la que aspiro. De la misma manera, ya no creo en la posibilidad de cambiar de los demás. Ni de los que más quiero.
Un. Dos. Tres. Vuelta en la cama. Un, dos, tres. Otra más. Me he levantado, cansada de sentir el sudor en las sábanas y el corazón palpitando. A dos días del examen más importante de mi primer año de carrera y no puedo terminar de estudiarlo porque no puedo dejar de pensar. Y hace sólo una hora que estuve llorando de rabia y pensaba que después de la tila la tempestad se había calmado. Pensar en un hermano enfermo que otra vez ha tirado la toalla. Preocupación por una madre que no termina de contar toda la verdad. No poder dejar de pensar en la frase de una canción que nisiquiera me gusta... "qué inorportuno fue decirte 'me tengo que largar' pero qué bien estoy ahora". Y nisiquiera estoy bien. Me siento extraña, nisiquiera me reconozco. A ratos pienso que he sido una persona cruel y en otros momentos creo que sólo he sido una víctima de mis sentimientos. Y de las circunstancias. De cosas que no me he atrevido a contar pero me comen por dentro. Miedos, pesadillas. De esos temores que avergüenza reconocer. A ratos pienso que veré todo con más claridad cuando acabe de estudiar, pero parece que falta una eternidad para que se acabe éste mes. Y después, no sé lo que haré. He estado viendo fotos de habitaciones de hotel para conseguir dormir. Y no me ha servido de nada porque sólo me he imaginado estar dentro con una persona. Incertidumbre. Miedo. Nerviosismo.
Y echar de menos aquello que antes parecía tan normal.
Mi tío solía decirme que reír y montar en bicicleta son dos cosas que jamás se olvidan, pero últimamente, cuando tomo conciencia de mi vida, y al veros a vosotros, reconozco personas que todavía saben montar en bici, pero cuya próxima sonrisa se producirá cuando les pongan el interior de piel que elijan en su coche nuevo, ¿qué está pasando?. Tenemos un minuto libre al final del día y pensamos si nos conviene el interés fijo o el variable. Cerramos los ojos y soñamos con comprar una propiedad junto al mar, ¿qué está pasando?. Hace tres semanas dejé este mundo de objetos y volví a algunos lugares de aquellos con la esperanza de encontrar personas, tratando de resucitar en mi la capacidad de disfrutar de algo tan simple como la compañía de otro, por eso me marché, pero... ¿por qué he vuelto? tal vez comprendí que lo que andaba buscando tenía que encontrarlo aquí, justo aquí, entre estas paredes con la gente que quiero. Me gustaría poder ofreceros algo más complicado y no puedo. A veces las cosas son sencillas.
¿Por qué aún sientes dentro de tu pecho todos los latidos de mi cuerpo? ¿Por qué no dejo de sentir que todavía formas parte de mi piel? ¿Por qué decides que te quieres volver loca cuando yo me he vuelto cuerdo? ¿Por qué intentamos avanzar mirando de reojo lo que pudo ser?
¿Por qué las cosas que arreglamos al besarnos las rompemos con palabras? ¿Por qué siempre que digo "adiós" el corazón me dice "inténtalo otra vez"? ¿Por qué parece que sólo nos entendemos con las luces apagadas? ¿Quién diablos sabe calcular bien la distancia que debemos mantener?
El corazón... es un alumno limitado que nunca aprende. El corazón... siempre la misma asignatura para septiembre.
¿Por qué es tan raro que el amor siempre resiste mucho más de lo que dura? ¿Por qué hay cuestiones en mi piel que sólo puede respondérmelas tu piel? ¿Por qué si vuelves a mandarme algún mensaje aún se me rompen las costuras? ¿Por qué hacemos cosas que juramos que no llegaríamos hacer?
¿Por qué si aún sientes lo de siempre tus ojos me dicen "ya no me haces falta"? ¿Por qué si siento lo de siempre no me atrevo a decirte "quédate"? ¿Por qué será que la felicidad ya nunca nos devuelve la llamada? Creo que llamaré a esta canción "las cosas que no pude responder".
El corazón, que sale a caminar con los cordones desatados. El corazón serán los restos de un "tal vez" que no ha cicatrizado. El corazón, parece ser que está empeñado en que lleguemos tarde… El corazón, que ya está acostumbrado a caminar sobre el alambre...
Se acostumbró tanto al rechazo que dejo de estar abierta a la idea de que esto puede salir bien. A veces la gente, en ocasiones, se acostumbran a que a que algo no salga bien y acaban sintiéndose más cómodos con el fracaso que con el éxito.
Puede pasar de todo, ¿verdad? Puedes amar tanto a una persona que sólo el miedo a perderla haga que lo jodas todo y acabes perdiéndola. Puedes despertarte al lado de alguien, a quien hace unas horas nisiquiiera has imaginado conocer… y mírate ahora.
Es como si alguien te regalara uno de esos puzzles con piezas de un cuadro de Madrid, de la foto de unos ponys, o de las cataratas del Nihagara y se supone que ha de encajar, pero no.
Y dice que no, que me equivoco, que nosotros somos felices juntos. Me coge por el brazo, me aprieta fuerte. Porque, cuando alguien que quieres se va, pruebas a retenerlo con las manos y así esperas aferrarle también el corazón. Pero no. El corazón tiene piernas que no ves. Y se va diciendo "me las pagarás", pero el amor no es una deuda que hay que liquidar, no regala créditos, no acepta descuentos.
Y me pregunto en días como hoy cuántos son y dónde están, y me admira lo capaz que soy de aguantar ad nauseam. Y contemplo en el espejo las escamas de mi piel, y rezo para salir de este pellejo, y rezo para huir muy lejos de aquí, muy lejos de mí, piel que torna gris. ¿Qué dirán de mí si me ven así? Podría llorar, pero me voy a reír.
Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido. Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una verdad casi matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura.
Tienes que prometerme que vas a seguir adelante con tu lucha por salir de esto y que no vas a volver a dejarlo en el intento.
Aunque no pueda ir a verte, te mando mucha fuerza y te mando un beso. Si me oyes, mándame tú otro. La fuerza no me la devuelvas, que nunca he sabido utilizarla.
Voy a proponerte un juego... vamos a viajar al pasado, a cuando todo era más leve y la vida más liviana, y las risas y los besos poblaban nuestra casa.
Vamos a convertirnos en viento, para viajar entre los caminos, las espigas de trigo, los rayos de sol, el cabello de la gente, las hojas de los árboles. Vamos a convertirnos en agua, para besar ramas perdidas de árboles milenarios, para acariciar nuestras propias manos, para pasear por nuestra boca, para mojarnos los pies. Vamos a convertirnos en frío, para hacernos sentir vivos, para congelar momentos maravillosos que pasamos juntos, para hacerte reír al ver mi nariz roja. Vamos a convertirnos en polvo para mancharnos los zapatos, para flotar en el aire. Vamos a convertirnos en lluvia, para mojar nuestra cara en esas tardes de campo, para hacer crecer a las flores, para arrastrar la suciedad y correr con las piedras, para golpear en las copas de los pinos. Vamos a convertirnos... vamos a convertirnos en los árboles, para marcar el camino que recorríamos siempre, para refugiar a todas las cosas bellas del sol. Vamos a convertirnos en nubes, para oscurecer una tarde soleada de domingo y hacernos correr por temor a la tormenta. Vamos a convertirnos en mar para bañar juntos la arena por la que pasea la gente sencilla.
Vamos a convertirnos en las mil cosas que rodeaban todo lo que hacíamos juntos. En los millones de elementos que hacían esos paseos contigo la mejor receta para ser felíz.
Papá.
Camina siempre que sea hacia delante, hacia delante, hacia delante. Siempre hacia delante.
Aunque tú no lo sepas, me he inventado tu nombre, me drogué con promesas y he dormido en los coches. Aunque tú no lo entiendas, nunca escribo el remite en el sobre por no dejar mis huellas. Aunque tú no lo sepas, me he acostado a tu espalda y mi cama se queja fría cuando te marchas. He blindado mi puerta, y al llegar la mañana no me di ni cuenta de que ya nunca estabas. Aunque tú no lo sepas, nos decíamos tanto con las manos tan llenas, cada día más flacos.
Inventamos mareas, tripulábamos barcos, encendía con besos el mar de tus labios.
Y toda tu escalera.
Hay muchas cosas que aún no sabes. Nunca se puede saber todo. Y no todo es lo que parece.
— A veces desearía poder dormir hasta los dieciocho años, saltarme toda esta mierda, el instituto y todo lo demás. Saltármelo todo. — ¿Sabes quién es Marcel Proust? — ¿Es ese del que enseñas? — Sí, un escritor francés. Un auténtico fracasado. Nunca tuvo un trabajo, sus amores fueron un desastre, gay... Estuvo veinte años escribiendo un libro que ya casi nadie lee, pero quizá sea el mejor escritor desde Shakespeare… En fin, él llego al final de su vida, echó la vista atrás y decidió que todos esos años en los que sufrió fueron los mejores de su vida, porque le moldearon. Los años de felicidad… perdidos, no aprendió nada.
Prometo no mandar más cartas y no pasar por aquí, Prometo no llamarte más y ni inventar ni mentir, Prometo no seguir viviendo así, prometo no pensar en tí, Prometo dedicarme solamente a mí.
Parece ser que, en mi vida, ya nada es casual. Y yo sigo esperando la casualidad de mi vida, las más importante, la más grande. Recuerdo cuando tenía 16 años y podía pasar horas tirada en un metro cuadrado de hierba sin que nada me importase. Yo solo esperaba que las cosas viniesen solas y siempre que los cambios fuesen para mejor. Y ocurría. No tenía grandes expectativas y me sentía la persona más afortunada del mundo. Tenía quien me acompañase en la espera de nuevas emociones. Con todas aquellas cosas sencillas que rodeaban mi mundana vida yo me sentía la persona más llena y más plena del mundo. Como un salto al vacío de quien sabe que no va a caer. Y ahora... ahora ya nada es igual. No me siento siquiera la misma persona de entonces, es como si aquella chica alocada y despreocupada se hubiese marchado con sus maletas para dejarle el sitio a la insegura e hiper-responsable chica de ahora. E intento conseguir un poquito de felicidad que solo parece que llego a tocar cuando estoy con mis amigos. Y ya no queda casi nadie de los de antes. Lo demás, lo fuerzo. Y las cosas, cuando se fuerzan, siempre salen mal. Antes las cosas fluían, como el agua. Me siento como... perdida. Sumergida en una marea de rutina.
Necesito que vuelvas y me saques de aquí, que hagamos todas aquellas cosas que me hacían sentir que mi vida se salía de lo normal. Ya no tengo dieciséis años, pero lo necesito. ¡Qué utopía!
Si acaso tú no ves más allá de tu nariz, no oyes a una flor reír. Si no puedes hablar sin tener que oír tu voz, utilizando el corazón.
Amigo Sancho, escúchame: no todo tiene aquí un por qué; un camino lo hacen los pies. Hay un mundo por descubrir y una vida que arrancar de brazos del guión final. A veces siento al despertar... que el sueño es la realidad.
Bebe, canta, sueña, siente que el viento ha sido hecho para tí. Vive, escucha y habla, usando para ello el corazón. Siente que la lluvia besa tu cara cuando haces el amor. Grita con el alma, grita tan alto que de tu vida tú seas, amigo, el único actor.
Si acaso tu opinión cabe en un "sí" o un "no", y no sabes rectificar. Si puedes definir el odio o el amor, amigo, ¡que desilusión!
No todo es blanco o negro: es gris. Todo depende del matiz. Busca y aprende a distinguir. La luna puede calentar, y el sol tus noches acunar; los árboles mueren de pie. He visto un manantial llorar, al ver sus aguas ir al mar...
Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor jodidamente grande. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige buena salud, colesterol bajo y seguro dental. Elige hipoteca a interés fijo. Elige un piso franco. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que emboban la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida... ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína.
Quieres llorar. Pero ya son tus ojos girasoles marchitos.
Martín Romero
La mala gana
Para algunos vivir es galopar un camino empedrado de horas, minutos y segundos. Yo, más humilde soy y sólo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente.