Hace exactamente veinte años que María Isabel Madrid dió a luz a su primera y única hija, a la niña de sus ojos. Y la casualidad y la insansatez de un marido que decidió enfadarse y huír al sur cuando quedaba ya poco tiempo para que diese a luz quisieron que tuviese que traerme al mundo muy lejos de su casa, muy lejos de donde le hubiese gustado que naciese, en Burgos, ese Burgos donde nació ella también.
Y así fui creciendo, entre vinilos de los Beatles, paseos los domingos por la tarde, mañanas enteras escuchando a mi padre cantar "Baby I love your way", veranos de playa en Castro, discos de reggae de un hermano rebelde, besos secretos en los portales, ojos azules e infinitos, alguna que otra discusión más y caricias de la mejor abuela del mundo.
Y compartí muchos años el gusto por las letras y por la buena música de mi padre. Y la sensibilidad, las ganas de hacer felices a los demás y la capacidad de escucha de mi madre. Y así han ido pasando los años, moldeando mi carácter y mis maneras según las experiencias, los sueños, las ambiciones vitales, la gente que me ha rodeado, que no siempre ha sido la misma; y sobre todo, las derrotas.
Durante estas dos décadas he sufrido mucho, pero también he hecho sufrir. Y he reído mucho, y he hecho reír. He sido feliz de una manera que nunca hubiese creído que fuese posible, pero también he dejado de creer en la gente y he deseado cosas horribles para conmigo misma. Me he dado cuenta de que la sensatez requiere un punto de locura. De que lo bueno no son los extremos sino los puntos medios, excepto en los sentimientos positivos. A veces es necesario arriesgar. Darlo todo.
He recibido abrazos de esos que paran las horas en los relojes, y besos eternos en cualquier lugar de la ciudad de las nieves, de esos que hacen desaparecer el mundo a tu alrededor. Y he tenido arranques de pasión, pero también de locura y de rabia.
He volado con la mente y he hecho con mis dedos todo cuanto me permitieron; hasta que perdí habilidad en todo eso que se considera arte, y ya ni dibujo, ni toco, ni escribo de forma decente.
Y he vuelto a mi casa con esa sonrisa estúpida de los que son tremendamente felices y no tienen reparos en mostrarlo a todo el que se le cruce. Pero también he vuelto a casa con pasos rápidos y la vista nublada por lás lágrimas. He querido con toda mi fuerza, sin reservas, sin timidez, sin prejuicios... sólo dejándome llevar más por el corazón que por la razón. He amado y he odiado a la luna amarilla que resplandece en las noches de Burgos, porque siempre me evoca recuerdos de aquellos con los que compartí un poquito de mi pequeño mundo interior.
Y he llegado a llorar de risa, llorar de felicidad y llorar de desdicha y también de impotencia. He sentido la ilusión como la que más pero aún me queda por superar ese sentimiento de miedo y culpabilidad que me invaden cuando las cosas van demasiado bien. Miedo a apostar y perderlo todo.
He aprendido a creer que la felicidad reside en la simplicidad de la vida diaria, en los pequeños detalles, en los momentos exactos en los que olvidas todo lo malo que pueda amenazarte. La felicidad son tus amigos, es tu familia, tu pareja. Es algo cotidiano, de todos los días, que hay que saber apreciar, porque son momentos diminutos y preciosos, como diamantes. De todo lo que haya roto esa felicidad he podido incluso extraer algo positivo, ya que de los errores se aprende mucho más que de los aciertos.
He conocido a gente increíblemente especial e importante en los lugares más insospechados y de las maneras más inusuales; y me he dado cuenta de que otras personas que consideraba imprescindibles no eran tan claras como yo quería creer.
Pero sobre todo, tengo en mente un objetivo que aún no he conseguido superar: poder mirar al pasado y quedarme solo con las cosas buenas, nunca con nada negativo. Recordar solo las cosas bonitas incluso de las personas que no merece la pena recordar. Extraer las experiencias positivas y ser capaz de tirar al cubo de la basura aquellas que me hicieron llorar. Y que con ellas se vaya el miedo.
Solo entonces podré decir que soy una persona capaz de sentir Felicidad. Con mayúsculas.
De momento, gracias a todos los que estais haciendo que este día sea especial desde el principio. Sobre todo gracias por ese mensaje...
Foto: hace 365 días.
5 comentarios:
La vida pasa de momento...
Feliz Cumpleaños Mi Gitana!
Sé feliz! JTA
Llamamiento gral: Aly nos invita a cenar a todos al morito¡¡¡
felicidades txipirona¡ vas a fliparlo con las sorpresitas jjajajja
te das cuenta la d tiempo q hace q no celebramos un cumple tuyo juntos? pues te prometo q este va a ser inolvidable
Felicidades Álex! Estás en la mejor época de tu vida, no dejes que el romanticismo de la melancolía enturbie tu felicidad. Un beso.
Felicidades !!!