Aún recuerdo la primera y única entrevista de trabajo que he tenido. Una mujer con el gesto muy serio me dijo que, en cinco minutos, para terminar con nuestra charla, tendría que explicarle en inglés si me gustaban o no los niños y por qué. De esa manera, sabría de mis conocimientos del idioma y si era la persona más adecuada para dar clases a niños. Me dió dos minutos para pensar lo que le iba a contar. Al principio, me bloqueé y me puse muy nerviosa... hubiese sido más fácil poder decírselo en castellano. Pero después, las ideas empezaron a brotarme en la cabeza y poco a poco empezó a salir todo.
Le dije que, lo que realmente más adoro de los niños es su capacidad de ser sinceros en todo momento. Los nervios que les entran cuando saben que han hecho algo mal y les duele reconocerlo. El hecho de que todo para ellos sean risas y juegos y no sean conscientes de la responsabilidad que van a tener entre manos en el futuro. La despreocupación. El optimismo. La sonrisa. Lo que agradecen un gesto de cariño y lo rápido que olvidan las malas acciones. Todos deberíamos de ser un poco más niños y menos adultos. La facilidad que tienen para expresar lo que piensan y lo que sienten, que se va inhibiendo a medida que pasan los años. La sensatez que muchas veces enseñan, a pesar de ser niños. Las ganas de reír. Las ganas de aprender y de ver cosas nuevas, de enseñarles a sus padres lo que han avanzado... ese afán de superación que a veces no tenemos los mayores. La ilusión que le ponen a todo lo que hacen, el empeño por mejorar día a día. El punto de vista positivo que tienen de la vida.
Y para terminar, le dije, que lo que más me gustaba de los niños era todo lo que podía aprender yo de ellos, no tanto ellos de mi.
Parece ser que la convencí. Gracias por ese año maravilloso a todos los que lo compartieron conmigo. Gracias por seguir haciéndome partícipe de vuestras cosas.
Echo de menos Francia.
1 comentarios:
Eres un encanto. muaa