Todavía recuerdo el sueño con el que me he despertado esta mañana. De pronto, de la oscuridad, surgía mi reflejo en un espejo veneciano. Miraba a mi alrededor y todo eran formas y colores. Yo, estaba maquillada con colores exóticos, el pelo suelto y rizado me acariciaba la espalda. El cuerpo, solo cubierto con un mínimo mono azul aguamarina lleno de brillos, como un bañador ajustado al cuerpo, con tiras de seda. Cansada de mirarme, salía por una puerta para llegar a un espacio redondo lleno de gente expectante. Música. Color. Risas. Voces. Más gente como yo. Y al aparecer en escena, se hacía el silencio. Entonces comprendía bien donde me encontraba: era un circo, y yo era la funambulista. Al fondo, sonaba "Stella Errans". Entendí que lo que se esperaba de mi era que subiese a aquella cuerda, así que lo hice. Ascendí por una escalera, y cuando llegué al borde de la cuerda me di cuenta de que tenía miedo. Miedo. Muchísimo miedo. Miedo a cosas que hasta el momento no había tenido: miedo a la altura, al juicio de la gente... miedo a caer. Había llegado hasta allí y ahora tenía que cruzar. Se suponía que era una funambulista y mi mayor pasión en la vida era arriesgar... pero en ese momento tenía pavor. No había red bajo esa cuerda, por lo que si asumía el riesgo cabía la posibilidad de caer al vacío... y también la posibilidad de cruzar y de recibir la ovación del público. Era una decisión difícil: correr el riesgo y ganar supondría la mayor gratificación de mi vida, la felicidad, el orgullo. Pero me daba cuenta de que el miedo era mayor al deseo de dar el primer paso, y bajaba de nuevo esa escalera. Una vez abajo, el calor de los focos sobre mí hacía que el maquillaje se corriese, que el pelo se alborotase... y que mi imagen ante el espejo veneciano resultase grotesca y espeluznante. Era el puro reflejo del fracaso. Al fondo escuchaba las voces defraudadas de mi público. Volver atrás sería asumir mi cobardía, reconocer que había sentido pavor, y actuar ya no sería lo mismo. Entonces, deseaba haber cruzado esa cuerda en su momento, en el momento en el que no me había parado a calibrar todas las posibles consecuencias y la ilusión de la gente se mantenía intacta, solo dejándome guiar por el impulso, sabiendo que también podría haber salido airosa del reto. Pero era demasiado tarde y había perdido la oportunidad de mi vida... solo por el miedo a fracasar.
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1 comentarios:
Puedo darte este consejo:
"Dentro de un tiempo, estarás más decepcionada por lo que no hiciste que por lo que hiciste"
No tengas miedo de fracasar! Un beso